Hoje dou a voz a um corresponde do Uruguai em Israel que faz parte de um movimento de paz. É esclarecedor. São os religiosos fanáticos que estão no governo dos dois lados que não querem a paz:
Judíos y árabes, israelíes y palestinos
nos negamos a ser enemigos
Hemos sido secuestrados, ambos pueblos
somos rehenes de los extremistas de ambos lados
QUIQUE KIERSZENBAUM 17 JUL 2014 - 20:50
CEST5
El martes primero de julio, camino al
cementerio de Modi'in, miles de israelíes acompañaban los cuerpos de los tres
jóvenes secuestrados y asesinados: Gil-Ad Shaer y Naftalí Frenkel, de 16 años,
y Eyal Yifrach, de 19. Después de ver las dolorosas imágenes de sus padres
despidiéndolos, decidí tomarme un pequeño descanso en el trabajo.
Era el primer día de vacaciones de mi
hijo y lo llevé a comprarse unas botas de fútbol como los de Neymar, Gastón
Ramírez, José María Giménez y muchos más. Las noticias en nuestra casa invaden
cada rincón y me esperaba una larga noche de trabajo. Él se merecía un rato
conmigo y también con sus botas, dado el esfuerzo de un año de clases. Así que
calculé el tiempo para poder seguir la cobertura desde la televisión y viajamos
al centro de Jerusalén. Para quien no ha visitado nunca esta ciudad, el centro
consiste en unas cuantas cuadras en forma de triángulo.
Con las nuevas botas en la mano
marchábamos por la peatonal Ben Yehuda cuando comencé a captar a lo lejos mucho
más movimiento del común: coches de la Policía, policías a caballo y muchos israelíes
ultranacionalistas religiosos. Los instintos prendieron luces rojas, pero era
nuestro camino.
Al llegar a la plaza Zion, nos vimos
envueltos por grupos de decenas de personas, en su mayoría jóvenes, que
cargaban pancartas y cantaban "muerte a los árabes" mientras
marchaban camino a la ciudad vieja de Jerusalén. No era una manifestación, eran
grupos de personas que coreaban sin cesar, una y otra vez, esas palabras
cargadas de odio. Traté de evitarlos y cruzamos la calle pero era imposible; el
fluir de la gente no cesaba. Unos entraban en negocios, buscando trabajadores
palestinos, otros simplemente no paraban de cantar. Me llené de preocupación y
de dolor. En las calles de Jerusalén las masas pedían venganza, querían
revancha. Daba miedo.
Si bien en mi bolso cargaba con cámaras,
el instinto de padre se sobrepuso al profesional. Le tomé la mano a Guil y por
una calle lateral lo saqué del centro de la ciudad. Para un niño que crece con
árabes en su escuela todo esto disparó miles de preguntas, algunas de las
cuales no me atreví a contestar.
Mientras mi mano sostenía con fuerza la
suya para transmitir seguridad, mis pensamientos volaban e intentaban
interpretar como sus compañeros de clase y sus familias estarían viviendo estos
momentos.
Es que mi hijo Guil va a la escuela Mano
a Mano, una escuela en donde judíos y árabes estudian y crecen juntos en la ciudad
de Jerusalén. Una escuela en la cual el idioma hebreo y el árabe se enseñan
como primeras lenguas y además dan espacio al estudio de las culturas y las
narrativas de ambos pueblos. En torno a la escuela los padres han creado una
comunidad que vive, a veces, en una burbuja necesaria en una ciudad donde el
fanatismo y el odio se apoderan de cada rincón.
Después del brutal asesinato de Mohammed
Abu Khdeir, decidimos reunirnos, mientras las bandas de ultranacionalistas
buscaban sembrar más odio y más violencia necesitábamos estar juntos. Queríamos
tomar decisiones operativas, pero también dar el espacio necesario para manejar
los miedos, que eran muchos. Como judío y miembro de la comunidad me es claro
que el rol que tenemos en estos momentos es con nuestra presencia aliviar,
aunque sea un poco, esos miedos, reforzando ese pacto que hicimos cuando
decidimos que nuestro hijos crezcan juntos.
Pero las hordas violentas hacían eco de
los vientos de guerra que venían del sur en Gaza, en donde una vez mas esta
guerra sin fin daba otro golpe, y se apoderaban de la ciudad.
Por eso decidimos marchar juntos, retomar
los espacios públicos, caminando sin banderas ni pancartas y con la convicción
de que ahora más que nunca, nosotros los miembros de la comunidad Mano a Mano,
judíos y árabes, israelíes y palestinos nos negamos a ser enemigos.
Ayer marchamos una vez más, mientras las
noticias sobre los cuatro niños muertos en las playas de Gaza por fuego israelí
congelaban el corazón y no dejaba pensar en forma clara, nosotros marchamos,
porque no permitiremos que la retórica de guerra, los misiles y los cohetes,
las victimas y los heridos nos transformen en enemigos. Solo conviviendo,
dialogando aprendiendo uno del otro y aceptándonos podremos llegar a una
verdadera paz.
Hace tiempo que se habla de una tercera
intifada. Soy de los que cree que en ambos lados se ha aprendido sobre el alto
precio que se paga en vidas cuando sólo las armas hablan. Sin ningún canal de
diálogo, los hechos de los últimos días abren un nuevo capítulo violento que
pone en peligro la frágil estabilidad de la zona.
Sin un acuerdo de paz que busque una
solución justa para ambos pueblos, que les permita vivir en paz y en seguridad
y que termine con la ocupación israelí en Cisjordania, la violencia volverá,
siempre. Un cartel que circula en las redes sociales anuncia: "Hemos sido
secuestrados, ambos pueblos somos rehenes de los extremistas de ambos lados,
Israel-Palestina 2014".
Quique Kierszenbaum es fotógrafo,
videógrafo y periodista uruguayo. Corresponsal de Televisión Nacional de
Uruguay en Medio Oriente. Twitter @Quique_K
Assistir às guerras é quase tão doloroso quanto estar vivenciando-as. Até quando os humanos viveram de forma violenta, desrespeitosa e insegura? A verdadeira paz só será possível quando as pessoas desenvolverem em si, o desprendimento, quando atingirem o grau necessário da alteridade.
ResponderExcluirConcordo!
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