quarta-feira, 8 de junho de 2011

HEMEROCÁLLIS E JORGE SEMPRÚN

Acaba de me acontecer uma coisa extraordinária: em novembro serei transformada em flor, mais precisamente uma hemerocállis, um daqueles maravilhosos lírios coloridos. Os criadores de novas modalidades inventarão uma com o meu nome, por causa da minha poesia. Transcrevo a carta que recebí da Silvane, Diretora da E.M.Hermann Müller:

MINHA LINDA FLOR!!

Estou saltitante!!!
Preciso relatar o que acabou de acontecer...
Recebemos a pouco Sr Dário e Neuza, sua esposa, proprietários da AGRÍCOLA DA ILHA que cultiva Hemerocállis.
Visitaram a escola...cada espaço, me ouviram com toda a atenção, degustaram um café gostoso e então assistiram emocionados a um Recital de Poesias...suas poesias!
Para finalizar, Matheus foi o portavoz do pedido..."Transformar a nossa Roseana Murray em Flor"...
Pedido atendido...em novembro um Hemerocális receberá o teu nome!!!
As crianças vibraram, aplaudiram...estamos todos muito felizes...!
Você merece!!!
Faremos um canteiro repleto de "Roseana Murray"...

Estarei te esperando no Aeroporto de Joinville...mal posso esperar!

Abraços floridos!!!

Silvane



E Jorge Semprún, um dos grandes homens do século XX, escritor espanhol, herói da Resistência francesa, sobrevivente do Campo de Concentração de Büchenwald, ontem nos deixou, virou estrela. Sua mente cristalina, suas mãos limpas, sua escrita precisa, brilharão para sempre.Semprún é um dos meus ídolos e faz pouco tempo assistí a uma entrevista sua, homem belo e lúcido até o final.
Transcrevo um trecho do artigo que foi publicado ontem no El País sobre ele:

Con Jorge Semprúnl, sin embargo, desaparece un recuerdo que no cabe en los libros: el del olor a carne quemada. Lo dijo él mismo en 2000, en una entrevista. Lo que más le preocupaba del porvenir era esa precisa memoria: "Están desapareciendo los testigos del exterminio. Bueno, cada generación tiene un crepúsculo de esas características. Los testigos desaparecen. Pero ahora me está tocando vivirlo a mí. Aún hay más viejos que yo que han pasado por la experiencia de los campos. Pero no todos son escritores, claro. En el crepúsculo la memoria se hace más tensa, pero también está más sujeta a las deformaciones. Luego hay algo... ¿Sabe usted qué es lo más importante de haber pasado por un campo? ¿Sabe usted qué es exactamente? ¿Sabe usted que eso, que es lo más importante y lo más terrible, es lo único que no se puede explicar? El olor a carne quemada. ¿Qué haces con el recuerdo del olor a carne quemada? Para esas circunstancias está, precisamente, la literatura. ¿Pero cómo hablas de eso? ¿Comparas? ¿La obscenidad de la comparación? ¿Dices, por ejemplo, que huele como a pollo quemado? ¿O intentas una reconstrucción minuciosa de las circunstancias generales del recuerdo, dando vueltas en torno al olor, vueltas y más vueltas, sin encararlo? Yo tengo dentro de mi cabeza, vivo, el olor más importante de un campo de concentración. Y no puedo explicarlo. Y ese olor se va a ir conmigo como ya se ha ido con otros". Hoy esas palabras son más ciertas que nunca.
Una literatura de la memoria
"Tengo más recuerdos que si tuviera mil años". Las palabras de Baudelaire que Jorge Semprún utilizó en Adiós, luz de veranos... describen certeramente la vida de un hombre cuyas ocho décadas de existencia pueden rastrearse en su obra narrativa, que contiene ficciones como La montaña blanca, Netchaiev ha vuelto o Veinte años y un día pero que pasará a la historia por uno de los grandes ciclos autobiográficos de la literatura contemporánea.
Como la propia memoria, la obra memorialística de Semprún no funciona como una línea recta sino como una espiral: a veces los mismos episodios se cuentan en distintos libros con intención diversa. "Porque mi vida no es como un río", se lee en Aquel domingo, "sobre todo como un río siempre diferente, nunca el mismo, en el que no se puede bañar uno dos veces: mi vida es completamente lo ya visto, lo ya vivido, lo repetido, lo mismo hasta la saciedad, hasta convertirse en otro, extraño, a fuerza de ser idéntico".

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